Ayer tuve un día agotador. Terminé de cenar a las 11 de la noche y, después de recoger los platos, lo único que me apetecía era tumbarme en el sofá para ver El poder del perro en Netflix.
Sin embargo, me quedé trabajando hasta la madrugada, en una de las noches más productivas que recuerdo.
Lo curioso es que esto no es excepcional —me ocurre prácticamente a diario.
En la newsletter de hoy te quiero explicar cómo me motivo para trabajar cuando todo a mi alrededor me recuerda que estaría mejor en el sofá o la cama.
Ahí va: mi secreto para sentirme motivado es no sentirme motivado.
Me explico. Resulta que la mayoría de la gente cree que tiene que estar motivada antes de hacer algo que le suponga un esfuerzo.
Y claro, como a menudo no se sienten así, pues no lo hacen.
Pero la motivación funciona de otra forma. El problema no es que no te sientas motivado para hacer algo —el problema es que crees que debes sentirte motivado para hacerlo.
Cada noche, cuando me planto delante del ordenador después de cenar, no estoy motivado. Pero enciendo mi Mac y me pongo a trabajar. Al principio lento, sin ganas, pero poco a poco me voy encontrando más animado, y cuando me doy cuenta ya han pasado varias horas.
En lugar de usar técnicas para buscar la inspiración, la mayoría de personas de éxito empiezan a trabajar sin ella. John Grisham, autor de bestsellers como La Firma o El Informe Pelícano, confesó que cada mañana se prepara un café y se obliga a sentarse delante del ordenador, con motivación o sin ella.
El resultado es que termina escribiendo decenas de páginas cada día.
Cuando no sientas motivación para hacer algo, recuerda que puedes empezar sin ella. Llegará al rato.
Un abrazo, y vamos con la newsletter.
Pau
|