Por lo menos un viernes al mes me reúno con varios amigos de la infancia para tomar algo en un pequeño bar del Eixample barcelonés.
Durante un par de horas escucho a mis antiguas amistades quejarse de jefes insensibles, compañeros de trabajo egoístas y vacaciones efímeras, problemas que hace años dejaron de existir para mí —aunque sustituidos por otros.
Yo lo considero terapéutico, porque me impide desconectar por completo de lo que es la realidad para la mayoría de la sociedad.
De vez en cuando se une un chico de pelo desaliñado que compartió varios cursos escolares con nosotros. Y, siempre que tiene ocasión, nos recuerda que él fue uno de los primeros en invertir en Bitcoin cuando todavía valía unos pocos euros.
Según él, su inversión se ha convertido en centenares de miles de euros.
Todo esto estaría muy bien si no fuera porque, cuando llega el momento de marcharnos, más de una vez nos ha pedido dinero prestado para poder pagar su café.
Este chico, que ya roza la cuarentena, vive en casa de sus padres y encadena un trabajo temporal tras otro.
—Lo tengo invertido en Bitcoin, ya lo sacaré más adelante —responde cuando alguien le pregunta por qué no paga con todo ese dinero que tiene.
¿Puede alguien tener cientos de miles de euros y a la vez no poder permitirse un café?
Por cosas como esta llevo un tiempo investigando para poder tener una opinión más fundada sobre las criptomonedas. Y la última semana me ha generado ciertas dudas sobre todo el fervor enloquecido que las rodea.
En pocos días, tres personas cercanas me han contado historias similares: que tienen un dineral en Bitcoin, pero aún no han querido sacar ni un euro cuando podrían ser casi millonarios.
Seguro que conoces excepciones. Quizás tú mismo seas una y estés forrad@, pero mi realidad es que, de toda la gente que me ha confesado haber ganado mucho dinero con criptomonedas, no conozco nadie que lo haya materializado todavía en billetes.
Sé que las criptomonedas se alimentan de la especulación, pero incluso si las consideramos trading de divisas hay algo que se me escapa —al fin y al cabo, son divisas que no se pueden usar salvo en contadas excepciones.
Pero lo que más me sorprende es que tantas personas, habiendo ganado mucho, no lo “quieran” convertir en dinero real.
Incluso aunque eso suponga tener que pedir prestado para tomarse un café.
Seguiré investigando, acaso esto del Bitcon no sea tan bonito como parece.
Un abrazo,
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